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En literatura el tema del erotismo pareció prohibido durante todo el siglo XIX y los primeros años del XX: narradores de la importancia de Robert Louis Stevenson o Gustave Flaubert sufrieron la desgracia de la censura por mostrar la doble moral de una sociedad esquizofrénica. Como reflejo también de la represión que sentía la sociedad inglesa en épocas de la Reina Victoria, Henry James escribía “Una vuelta de tuerca”, un tratado sobre una institutriz inactiva sexualmente que resulta amenazada por espectros que rondan por su propia casa. Con el advenimiento del nuevo siglo, la misma suerte pareció correr la obra de David Herbert Lawrence. Fue Henry Miller que, con “Trópico de Cancer” y “Trópico de Capricornio” inauguró una nueva forma de narrar que tenía al erotismo como punto clave de la naturaleza humana. Con ese antecedente, la oleada de escritores norteamericanos que poblaron París –Gertrude Stein, Ezra Pound, Scott F. Fitzgerald, Ernest Hemingway- fueron capaces de contar historias con protagonistas a menudo sensibles y contradictorios.

El panorama latinoamericano sintió la apertura del erotismo. Si tomamos el ejemplo de la literatura argentina, veremos que es a partir de Roberto Arlt que la sexualidad entra de lleno como necesidad carnal del ser humano. En efecto, con sus historias de rufianes, burdeles y noches pobladas de soledad, Arlt acerca al lector una realidad urbana vertiginosa. Pese a ese quiebre, quedarían ciertos resabios de pudor en Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Julio Cortázar. Sin embargo, ya por ese entonces el tratamiento erótico no resultaba un problema: faltaban pocos años para que surgiera el magisterio de Abelardo Castillo y Liliana Heker. Pasarían los toques de sensualidad retratados por Juan José Saer, las frenéticas noches de pasión de Ricardo Piglia y la pasión desenfrenada de unos amantes retratados por Luisa Valenzuela. En la actualidad, tenemos una gama de narradores jóvenes desde Guillermo Martínez, Pedro Mairal y Samanta Schweblin que combinan sutilezas eróticas con escenas de sexo explícitas. El erotismo ya es un género definido y reconocible para un público que quiere disfrutar de una escritura cuidada con telones de sensualidad. La reconocida escritora Tununa Mercado en su libro “Canón de alcoba” realiza un culto de lo erótico en cuentos que logran un equilibrio envidiable. Vale remarcar entonces antologías de narraciones como: “La venus de papel”, compilada por Mempo Giardinelli y “En celo”, con una cuidada selección a cargo de Diego Grillo Trubba.


Díaz, Rodrigo