En 1976, Taxi Driver sorprendía al mundo cinematográfico con un guión original y contundente elaborado por Paul Schrader y una dirección impecable a cargo de Martín Scorsese. En la actualidad se considera al film como uno de los mejores de su década, en su momento mereció la Palma de Oro del Festival de Cannes y cuatro nominaciones al Óscar.
El personaje principal Travis Bickle (Robert de Niro) es un ex combatiente solitario y mentalmente inestable que reside en la ciudad de Nueva York. Lo que experimenta Travis (que además sufre de insomnio) es un rechazo progresivo por parte de la sociedad; es entonces cuando decide manejar un taxi por las noches y abandonar sus permanentes visitas a salas de cine porno. Mientras conduce su coche, es testigo silencioso e involuntario de todas las maldades existentes en toda gran ciudad: la prostitución, la violencia, los prejuicios y el resentimiento como patrón sistemático.
A medida que pasan los días, Travis se hace eco de un clima de tensión que lo lleva a apuntar diversas notas en un diario con la idea recurrente de pasar a formar parte de un drama en descomposición. El personaje encarnado por De Niro contiene una mixtura que va desde las personalidades frías e impersonales ideadas por Sergio Leone hasta las imágenes propuestas por Kurosawa en: “Los siete samuráis”. Sin embargo, Taxi Driver opera también como western urbano, espejo de un mundo putrefacto que pone patas para arriba una vez más el lema del “sueño americano”.
"Llegará una lluvia que se llevará toda esta mierda", repite en un off constante Travis Bickle. La misma frase –un muchacho apodado “El Tano”, 33 años, musculosa negra marca Reebok, remisero en plena Estación Liniers- repite de manera incesante con un cigarrillo entre sus labios. Quizá no quiera parecerse a Travis Bickle, hasta incluso es probable que ignore que hubo una cinta afamada que representa muchos de sus valores ya perdidos. Lo cierto es que “El Tano” saborea en sus salidas de remis los bordes de una desesperación silenciosa que termina por explotar en insultos hacia la comunidad boliviana y en visitas esporádicas a prostíbulos del barrio de Flores.
En un extraño paralelismo entre ficción y realidad, en el film el candidato a senador Palantine sube al taxi, y Travis le dice: “¿Sabe lo que tiene que hacer? Tiene que limpiar la ciudad de toda esta mierda, limpiarla pero de verdad”. Lo mismo piensa “El Tano” cuando reivindica a Macri y vota sin dudarlo a Francisco de Narváez en las elecciones del 28 de junio. “Quiero mano dura loco. Basta de afanos, de calles sucias, de cumbia por las calles y de toda esta mierda acumulada”, se exalta ante la mirada atónita de sus compañeros remiseros.
En TaxiDriver, Travis Bickle, utiliza el término “mierda” para señalar un mundo corrupto que engendra prostitución, inseguridad, violencia en las calles. Nuestro hombre –fiel heredero de necesidades emocionales insatisfechas y de noches amargas de tanto vacío- de la estación de Liniers en sus viajes nocturnos también cae preso en la misma red: el impacto que provoca la degradación del conjunto urbano le impide ser libre para convertirse enteramente en víctima. Es entonces cuando se pide que la “mierda” sea borrada del mapa y se recurre a Macri o a De Narváez (como en la película a Palantine) y a la violencia ya de por sí instalada se la intenta desarticular con más violencia.
Rodrigo Díaz.