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“¿Quién mató a Rosendo?” es considerada como una de las obras pilares del periodismo de investigación en Argentina. Su autor, Rodolfo Walsh, tuvo como objetivo no sólo el esclarecimiento del asesinato del dirigente sindical Rosendo García y los obreros Juan Zalazar y Domingo Blajaquis, sino también desentrañar el funcionamiento del sindicalismo y el peronismo en los años 60´.
Además, en la parte más profunda del texto, en su contenido más lúcido, se encuentra un análisis del movimiento obrero argentino de aquellos años. El crimen de la confitería La Real es el hechoque el autor utiliza para dar marco a la lucha de los diversos sectores que coexistían dentro sindicalismo argentino de la época. Este trabajo inicialmente fue publicado en forma de notas en el semanario de la CGT(Confederación General del Trabajo), una de las publicaciones más importantes de la prensa obrera argentina.

La investigación
El trabajo está dividido en tres partes. La primera está dedicada a la introducción de los protagonistas del triple homicidio ocurrido en la confitería La Real de Avellaneda, en mayo de 1966. La segunda parte, es un exhaustivo análisis del accionar de la policía y la justicia para construir, destruir y ocultar, pruebas y testimonios a su antojo, de manera tal que los hechos como realmente ocurrieron desaparezcan de los expedientes judiciales. La tercer –y última- de las partes de la investigación de Walsh, es un acercamiento a las entrañas del “vandorismo”, desde sus orígenes hasta su momento de apogeo, alcanzado entre 1967 y 1969. Es probable que este capitulo del libro, sea el que alcance un análisis más profundo de la realidad política y social argentina: el autor se permitió exponer a los lectores sus creencias y consideraciones políticas más profundas, en un momento donde las palabras equivocadas eran condena de muerte casi segura.
El asesinato de Rosendo García es el acontecimiento que da origen a la investigación. Es el eje narrativo de los dos primeras partes, y el que da sustento a la tercera, por más que esta no trate del crimen en si mismo. Para su investigación, Walsh se valió del testimonio de los sobrevivientes del tiroteo en la confitería: no sólo del grupo de obreros, sino del sector vandorista. Entre los entrevistados por el autor figuran Raimundo y Rolando Villaflor, además de Norberto Imbelloni. Acá se observa un nuevo merito del autor, que no buscó testimonios sólo del grupo de obreros, sino también de la mesa donde estaba Vandor, de manera tal que las declaraciones no están sesgadas ni son parciales.

Fue una de las principales preocupaciones de Walsh haber podido encontrar fuentes fidedignas que puedan identificar a todos los que estuvieron aquella noche en el incidente. Los informes policiales y judiciales, no sólo hicieron desaparecer pruebas (incluso balas y sangre), sino que excluyeron de los informes a varias personas que habían estado en la confitería. Ante la falta de información confiable en las oficinas judiciales y documentos oficiales de la causa, Walsh recurrió a testimonios directos. Una vez obtenidos los relatos de quienes estuvieron en La Real, Walsh se dedicó a confeccionar un croquis de la escena del crimen y de cómo se desarrollaron los hechos aquella noche. Es en el capitulo 19 de la segunda parte –denominado “Reconstrucción”- donde el autor expone de manera clara y contundente todo lo que las estructuras gremiales y judiciales intentaron desaparecer durante años. Quien tiene la capacidad de decretar qué es verdad y qué no lo es, cuenta con un poder inmenso, en aquel momento ese poder lo tenía el vértice de la CGT, es decir Augusto Timoteo Vandor.

El autor de la investigación buscó deconstruir la versión oficial, viciada de nulidad. La conclusión más importante de Walsh fue que el disparo que asesinó a Rosendo García por la espalda partió del arma que gatilló Vandor. Fue el Secretario General de la CGT quien accionó la pistola que mató a García. Vandor tenía motivos para quitarlo de su camino, era su heredero directo, contaba con el aprecio del aparato sindical y era uno de los candidatos más fuertes para las elecciones a Gobernador por la provincia de Buenos Aires. Así como Vandor creció bajo la sombra de Perón para luego desafiar su poder, García estaba haciendo lo mismo sólo que a menor escala. Quiso la historia que García y Vandor terminaran de manera similar: muertos a balazos y sin cubrir las expectativas de poder que tenían.

Walsh también prueba en las entrevistas que las personas que estaban en la mesa de los Villaflor y Blajaquis estaban desarmados, por lo que las descargas de armas de fuego sólo provinieron de un lado. También se demostró el accionar fraudulento del abogado de Vandor, Fernando Torres y del juez Llobet Fortuny, cooptados por el dirigente sindical.

La forma
Aquella noche de mayo del 66, en la confitería La Real se dio, en reducido, un resumen perfecto del sindicalismo argentino de la década del 60´. Por un lado una mesa compuesta por los obreros de fábrica y por el otro una que contaba con la cúpula del sindicato metalúrgico, incluso con un senador. En la mesa de los trabajadores, además de Raimundo y Rolando Villaflor –sobre quienes se centra el primer capitulo del libro- estaban Francisco Granato, Miguel Gomar, Juan Zalazar y Domingo Blajaquis. Los dos últimos no salieron con vida del enfrentamiento, murieron por los balazos de las mismas personas que –por acción u omisión- los habían explotado toda su vida. Había dos mesas más ocupadas en La Real. La más importante era la que tenía a Augusto Timoteo Vandor y Rosendo García como figuras más destacadas, aunque también estaban: Armando Cabo, peronista de la vieja guardia; Raúl Valdés, guardaespaldas; Juan Taborda, chofer de Vandor; Emilio Barreiro, asesor del gremio metalúrgico; José Petraca, miembro de la Resistencia peronista; Norberto Imbelloni, delegado de Siam automotores y Nicolás Gerardi, prosecretario del bloque justicialista de diputados de la provincia. Eventualmente se sumarían a los anteriormente nombrados el senador Julio Safi y el dirigente del gremio que nucleaba a los trabajadores del vidrio, Maximiliano Castillo. Tal era el miedo que Vandor tenía por aquellos años, que en su mesa todos menos Barreiro, Imbelloni y Gerardi, estaban armados. Más claro aún: había otra mesa con tres personas encargadas –exclusivamente- de la protección del líder de los metalúrgicos. Las personas que estaban sentadas en las mesas se conocían bien, los bandos se identificaban como antagónicos. Cada uno se consideraba asimismo como peronista y dependiendo al grupo que se perteneciera, se calificaba al otro como “trotskista” o “cómplices de la patronal”. El desenlace violento parecía inevitable. Ante a una provocación de los vandoristas, los obreros no se amedrentaron y se inició la ráfaga de balas de los sindicalistas que asesinó a García, Zalazar y Blajaquis. Le bastó una cena a Vandor para sacarse de encima varios problemas.
Luego del enfrentamiento, la todopoderosa maquina gremial que tenía en Vandor a su mejor exponente haría todo lo posible para ocultar lo ocurrido, se eliminaron pruebas y se inventaron testimonios.

El contenido
Detrás del –aparente- tema principal de la investigación, los crímenes deLa Real., Walsh realiza una investigación paralela, casi subterranea, que sale a la luz con toda su fuerza en el último capitulo del libro.

Rodolfo Walsh enmarcó la lucha de clases y los enfrentamientos internos dentro de los sectores que formaban parte del peronismo, detrás de un evento particular; en este caso la muerte de García. En la confitería de Avellaneda se trenzaron dos sectores antagónicos: los obreros y los representantes de las patronales. El autor demuestra a lo largo de las páginas, que las cúpulas sindicales ya no representaban a los sectores obreros, sino que eran apéndices de los empresarios, quienes veían en ellos a las herramientas más útiles para la explotación de sus empleados. Se ve en las entrevistas que Walsh realiza en su investigación que los que estaban sentados en la mesa de los Villaflor sabían qué papel jugaba Vandor en la política. Y Vandor sabía que ellos sabían, de allí su miedo y los nervios que tuvo aquella noche.

Walsh demuestra que Blajaquis, Zalazar, los hermanos Villaflor, Granato y Gomar fueron víctimas de las patronales toda su vida, siempre estuvieron en desventaja, pero no por eso dejaron de luchar. Durante el enfrentamiento en La Real, también tenían las de perder (eran menos y estaban desarmados) pero así y todo se rehusaron a marcharse callados de aquel lugar. Los mismos que debían defender sus derechos y en vez de eso los vendían al mejor postor, ahora disparaban contra ellos a quemarropa.
Este es el factor subyacente en el libro: lo ocurrido en la confitería era un episodio más de la lucha entre los obreros y los dueños de las fábricas o, en este caso, sus representantes. Walsh busca describir lo corrupto del sistema sindical, el compromiso de la CGT con los dueños de la industria y el gobierno. Para demostrarlo se valió del asesinato de García. “¿Quién mató a Rosendo”? es la pregunta-excusa que Walsh utiliza para plantear sus verdaderos cuestionamientos: “¿A quién sirve el sindicalismo?”, “¿Cuál es la relación que une al Estado, los empresarios y a la CGT?” o “¿Cuál es la realidad obrera en argentina?”.

El autor
Detrás de toda gran investigación hay un gran autor. Rodolfo Walsh no es la excepción. Nació en la localidad rionegrina de Choele Choel, en 1927. No sólo fue periodista, además fue escritor literario y militante político, aunque es imposible hablar de “un Walsh periodista” o de un “Walsh militante”, fue todo junto y al mismo tiempo. Cumplió con la principal premisa de la ideología que siempre defendió: buscó modificar la realidad objetiva en la que vivía, no sólo describirla o analizarla.

Sus primeras obras fueron trabajos literarios: Diez cuentos policiales(1953) Variaciones en rojo (1953) –que le valió el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires- y Antología del cuento extraño (1956). A pesar del galardón con el que fue distinguido, sus tres primeras publicaciones suelen ser olvidadas, o más bien opacadas por su primera investigación periodística: “Operación Masacre” (1957). El trabajo versa sobre el fusilamiento de civiles que intentaron organizar un contra-golpe a la llamada Revolución Libertadora, que en 1955 derrocara al presidente Juan Domingo Perón. Por mucho que le pese al mundo angloparlante, “Operación Masacre” es la obra fundacional del género literario conocido como “no-ficción”: es nueve años anterior a “A sangre fría”, del estadounidense Truman Capote. Lo novedoso del trabajo de Walsh fue hacer un relato novelado de un hecho real. La fórmula la repitió once años después cuando escribió “¿Quién mató a Rosendo?”, incluso también en “El caso Satanovsky”.

Uno de los hechos que marcó más a fondo la vida del autor fue la revolución cubana de 1959. Ese mismo año fundó en aquel país la agencia “Prensa Latina”, en la cual junto a Jorge Masetti, Rogelio García Lupo, y el escritor colombiano Gabriel García Márquez dedicó su tiempo a las tareas intelectuales que el movimiento necesitaba en sus orígenes.

En la década del 70´ se acercó a la organización política Montoneros, de raigambre peronista, y que durante la primera mitad de aquel decenio fue uno de los enclaves del movimiento revolucionario en Argentina. En 1974, año del retorno de Juan Domingo Perón al país, Walsh se distanció de la cúpula de la organización, principalmente de Mario Firmenich. Las causas de alejamiento fueron que el escritor consideraba que Montoneros se había alejado del pueblo, de las bases sociales.
Cuando en marzo del 76´ la cúpula de las tres armas derrocó al gobierno de Isabel Perón, Walsh no renunció a su lucha: la intensificó. Ese mismo año creó ANCLA, (Agencia de Noticias Clandestina), y la "Cadena informativa" un sistema de difusión de información de mano en mano cuyas gacetillas decían en el encabezado: "Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información". Entre marzo de 1976 y marzo de 1977, Walsh sufrió el asesinato de su hija Vicky y el de su amigo Paco Urondo.

“Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, fue su testamento político y el legado más acabado de lo que fue su pensamiento, su obra y su vida. Luego de describirle punto por punto a la Junta todas las atrocidades que estaban cometiendo, Walsh concluye la carta con una frase destinaba a quedar en la historia: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Intuitivo hasta el final, Walsh sabía que aquella era su sentencia de muerte: tan solo un día después de fechar la epístola fue asesinado por un grupo de tareas dela ESMA. Aún hoy su cuerpo no ha sido encontrado.

Agustín Mendez